viernes, 15 de agosto de 2014

2. Mes del Padre de la Patria: San Martín en Mendoza



San Martín en Mendoza


Continuamos con el relato sobre el accionar de San Martín como gobernador de Cuyo, pero ahora desde otro punto de vista.

Al cabo de dos meses de descanso en Córdoba, San Martín comenzó a sentir mejoría en su salud. Tuvo tiempo de pensar en ese proyecto que guardaba en su espíritu. Le escribió a Posadas solicitándole que se lo designara jefe político de Mendoza.

La petición fue concedida sin demora por el Director Supremo. Lo nombró Gobernador Intendente de Cuyo con un doble objetivo: el de continuar con los servicios a la patria y lograr la reparación de su quebrantada salud. Su jurisdicción comprendía Mendoza, San Luis y San Juan, con un sueldo de $ 3.000 anuales.

Su misión era defender el territorio de una inminente invasión realista.

Se dirigió a Mendoza para hacerse cargo de sus funciones. Al entrar en su jurisdicción, le llamó la atención la aridez del suelo y la cordillera al oeste, como una muralla infranqueable. Lo acompañaban al costado de su camino, viñedos interminables y cultivos de alfalfa, filas de álamos y las acequias con sus aguas cristalinas y rumorosas.

Llegó al centro de la ciudad el 7 de setiembre de 1814. El pueblo, curioso, empezó a reunirse en las puertas de las casas para ver pasar y conocer al nuevo gobernador.

Fue recibido por algunos miembros del Cabildo que le habían preparado una cómoda vivienda para alojarse a tres cuadras y media de la plaza principal. Al principio no aceptó, pero luego dijo que sí y agradeció para no desairar a los miembros del cuerpo. La clase dirigente política lo recibió con placer, como jefe y administrador de la provincia.

Su llegada fue festejada con las más vivas demostraciones de adhesión y amor hacia su persona. (“Recuerdos íntimos de Cuyo”, de Damián Hudson). Llamaron la atención sus costumbres republicanas, sencillas y sin protocolo.



Se tenía muy en cuenta sus brillantes desempeños anteriores en Europa, en San Lorenzo, Tucumán y su gran prestigio moral.

Su capital estaba formado entre otras cosas, por un grupo de amigos encabezado por Rodríguez Peña y Manuel Belgrano, su sincero admirador que aprendió de él la técnica militar.

Un grupo de afiliados a la Logia Lautaro, que tenía fe y confianza en San Martín; era considerado como un buen táctico, un hábil organizador, un sableador valiente. Lo apoyaban sin reparo. La prueba de ello lo revela el decreto de su nombramiento el 10 de Agosto de 1814, firmado por la más alta autoridad de las Provincias Unidas, don Gervasio Antonio de Posadas, Director Supremo, donde expresa la necesidad para Cuyo de un jefe de probidad, valor y pericia militar, cuyas cualidades poseía el coronel San Martín.

El era consciente de esa enorme responsabilidad, por eso, al tomar posesión de su cargo, lo primero que realiza es pensar cómo defender esa enorme línea fronteriza cordillerana. Recorre principalmente los pasos más conocidos para posibilitar su defensa.

Pensó en los recursos económicos y financieros necesarios. En consecuencia debió recurrir a disposiciones drásticas, por supuesto no muy bien recibidas por la mayoría; por ejemplo, empréstitos forzosos, siempre decretados por el Cabildo. Se creó una contribución de guerra de tipo progresivo que mensualmente pagaban todos, según sus medios patrimoniales, bajo juramento declarado. Los bienes de las herencias vacantes que pasaban a ser propiedad de la provincia, los impuestos a los fondos de los frailes mercedarios, los diezmos civiles; cada barril de vino que se extrajera del territorio, pagaba un peso, o dos si el barril era de aguardiente, la ablación de joyas y preseas. Las damas mendocinas donaban sus ajuares al erario, encabezadas por doña Remedios Escalada, esposa del Gobernador Intendente.


“Vista de la ciudad de Mendoza, tomada desde el Cabildo. 1860. INS. Buenos Aires. P. Mouse. Litografía de un dibujo de Palliere. (11) pág. 113



También aportaron con patrióticos regalos las damas cuyanas en general, para ser justos en los reconocimientos. Todos de un modo  o de otro, contribuyeron a la gesta libertadora de Los Andes, además del pueblo cuyano, Buenos Aires, a través de Pueyrredón, y otros; y Chile con sus valientes soldados.

El trabajo diario de San Martín está reflejado, según Mitre, que revisó, leyó y estudió en los cuadernos con el título de “Acuerdos”, que llevaban a San Martín, escrito de su puño y letra en la página que corresponde al día 27 de diciembre de 1815 y alude a 91 asuntos, los más variados, dispares y complicados”. No se explica cómo un hombre puede tratar y resolver diariamente tantos y difíciles problemas administrativos, políticos y militares. Atender minuciosamente la organización y creación del ejército. Tuvo tiempo también para embellecer la ciudad, ordenar la plantación de innumerables alamedas. Esta es otra de las cosas valiosas e importantes. Dotó a la ciudad de agua potable. Organizó y planificó los trabajos para canales de riego. En el área de la educación le dio especial prioridad a la instrucción. Creó escuelas para la enseñanza del pueblo. Se  preocupó por todos los actos culturales creando bibliotecas, protegiendo los estudios universitos. Fue el primero en fomentar el empleo de las vacunas. Dispensó especial preocupación por el régimen carcelario.

San Martín necesitaba mulas, caballos, monturas, uniformes, víveres y toda clase de recursos. Sin perjuicio de las contribuciones que imponía, le solicitaba todo esto a Pueyrredón.

Según cuentan, una mañana en el Plumerillo (base de instrucción del Ejército) recibió un envío importante desde Buenos Aires y con él, una carta del Director Supremo que decía lo siguiente: “Van todos los vestuarios pedidos. Van cuatrocientos recados, van hoy por el correo en un cajoncito, los dos únicos clarines que se han encontrado. Van los doscientos sables de repuesto que me pidió. Van doscientas tiendas de campaña o pabellones. No hay más. Va el mundo. Va el demonio. Va la carne, y no sé yo cómo me irán con las trampas en que quedo para pagarlo todo; a bien que en quebrado, cancelo cuentas con todos y me voy yo también para que Ud. me dé algo del charqui que le mando y, carajo, no me vuelva Ud. a pedir más si no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado en un tirante de la fortaleza”

“San Martín dejó la misiva sobre el escritorio y sonrió satisfecho” (“Don José” de García Hamilton).


San Martín era un hombre de acción.

Quería ver personalmente las cosas. Dicen que disfrazado de paisano se presentaba de noche ante los centinelas para ver si cumplían con la misión asignada. Se comenta que entre sus costumbres estaba el placer por el juego de ajedrez, el mate, la buena música, la lectura y la pintura. Era sobrio en la comida, gustaba del puchero y el asado. De postre se servía dulces mendocinos. En el almuerzo bebía dos copas de vino; luego hacía un corto paseo mientras fumaba un cigarro negro. Fue un gran madrugador. Su vida fue siempre sobria y metódica. Hizo un culto de la austeridad, de la honradez y del cumplimiento del deber.

Con el apoyo del pueblo, el respaldo de la Logia Lautaro y del gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, pudo llevar a cabo su costosa y arriesgada empresa.

 

Compilación: Guardaparque Roberto Tobares

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